¿Por qué todo el mundo habla de Ysabel y sus abejas?
Con un proyecto comunitario en Lambayeque están regenerando la vida desde lo más pequeño.
En la región de Lambayeque, en el norte de Perú, el zumbido de las abejas vuelve a escucharse donde antes reinaba el silencio. Allí vive Ysabel Calderón, ingeniera química y lideresa comunitaria, quien en 2017 decidió regresar a su tierra natal para enfrentar una crisis que amenazaba tanto a la naturaleza como a las familias campesinas: la desaparición de los bosques secos y de las abejas nativas sin aguijón.
La ecuación era clara: sin bosque no hay abejas, y sin abejas no hay alimentos. La deforestación y la expansión agrícola habían reducido drásticamente el hábitat de estos polinizadores, considerados esenciales para la supervivencia de más del 75 % de los cultivos que consumimos.
Frente a ello, Ysabel creó en 2017 el proyecto Sumak Kawsay, que en quechua significa “Buen Vivir”. Su meta: restaurar el ecosistema a través de la conservación de las abejas y la reforestación del bosque seco.
El trabajo comenzó con la instalación de colmenas de abejas sin aguijón y la siembra de más de 1,000 árboles nativos, como algarrobos y palos santos, que sirven de alimento y refugio. Con el tiempo, la iniciativa sumó un componente innovador: la “Ruta de la Miel”, una experiencia de agroturismo gestionada por mujeres que combina educación ambiental, economía local y rescate cultural.
El impacto ha sido doble. Por un lado, la biodiversidad comenzó a regenerarse: los polinizadores volvieron, los cultivos familiares se fortalecieron y los bosques recuperan lentamente su vitalidad.
Por otro, las mujeres de la comunidad encontraron en el proyecto una fuente de ingresos estables y un espacio de liderazgo. La miel y sus derivados se convirtieron en un símbolo de resiliencia económica y de orgullo colectivo.
Este esfuerzo no pasó desapercibido. En 2024, Ysabel Calderón recibió el Premio Midori a la Biodiversidad durante la COP16, un reconocimiento internacional que puso en el mapa global a este pequeño caserío peruano. Su voz se ha convertido en referencia para otros territorios que enfrentan desafíos similares: cómo unir ciencia, tradición y acción comunitaria en favor del planeta.
Hoy, Sumak Kawsay es mucho más que un proyecto ambiental: es un ejemplo de cómo el liderazgo femenino puede transformar realidades y de cómo, al proteger a las abejas nativas, se protege también la vida de las comunidades y del mundo entero. Así, desde un rincón olvidado de Lambayeque, Ysabel Calderón demuestra que los cambios más profundos pueden empezar en lo más pequeño.
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