ICAM: la escuela que enseña a salvar el mundo

La institución convierte a sus estudiantes en investigadores contra la contaminación minera.


En el corazón de Cundinamarca, a pocos kilómetros de Bogotá, un colegio público se abre paso en la escena internacional gracias a un proyecto educativo que conecta a sus estudiantes con los problemas ambientales de su territorio. 

El Instituto de Ciencias Agroindustriales y del Medio Ambiente (ICAM) fue seleccionado como finalista en los Premios a la Mejor Escuela del Mundo 2025, un reconocimiento que resalta su apuesta por la investigación en torno a la contaminación generada por la minería en la región.


El ICAM no es un colegio convencional. Desde las aulas hasta los laboratorios improvisados, la ciencia se vive como una herramienta de transformación social. Niños y jóvenes son formados para investigar la calidad del agua, medir la contaminación de los suelos y analizar el impacto que dejan las explotaciones mineras en su entorno inmediato. 

Sus proyectos no se quedan en el papel: se convierten en datos, propuestas y acciones que buscan mejorar la vida de sus comunidades.


Lo que distingue a esta institución es su enfoque pedagógico. Los docentes no solo imparten clases, sino que guían procesos de investigación que estimulan la curiosidad y el compromiso ambiental de los estudiantes. 

Gracias a esta metodología, los alumnos aprenden desde temprana edad a observar, medir y proponer soluciones, generando un vínculo profundo con la defensa de su territorio.


El reconocimiento internacional llega en un momento clave para Colombia, un país donde el debate sobre minería y sostenibilidad está más vivo que nunca. Que un colegio rural figure entre los finalistas de los Premios a la Mejor Escuela del Mundo es, en sí mismo, un mensaje potente: la educación puede y debe ser un motor de cambio frente a los grandes desafíos ambientales.

Para los estudiantes, este logro es una oportunidad de mostrar al mundo que la ciencia y la investigación no son exclusivas de laboratorios sofisticados, sino que también pueden nacer en contextos rurales, con recursos limitados, pero con una enorme voluntad de aprender y transformar. El ICAM se convierte así en ejemplo de cómo la educación pública puede abrir horizontes más allá de las fronteras locales.


Si la institución logra consolidarse como ganadora, no solo se llevará un reconocimiento de prestigio internacional, sino que también pondrá en el mapa global una forma de enseñanza que combina ciencia, comunidad y sostenibilidad. 

Pero incluso más allá de los premios, la experiencia del ICAM ya es un recordatorio poderoso: cuando la educación se conecta con la realidad de un territorio, es capaz de sembrar cambios duraderos.

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