A nivel mundial los corales están severamente amenazados y en riesgo de desaparecer.
En el corazón del Golfo de Honduras, en aguas entre Belice y Guatemala, en 2013, un pescador guatemalteco descubrió un arrecife completamente desconocido: el Corona Caimán.
Vivo, resiliente, y del tamaño de Manhattan permanecía inexplorado albergando cientos de especies y convirtiéndose en una esperanza para estos importantes ecosistemas, que a nivel mundial están a punto de desaparecer.
El Corona Caimán, es el segundo arrecife más grande del mundo y forma parte de la cadena montañosa más profunda del Caribe, que alcanza los 7.000 metros de profundidad, este arrecife se convirtió en un tesoro natural que había que proteger.
Tras años de exploración científica, tras sufrir un fuerte blanqueamiento en 2019 y recuperarse, en 2020, se logró que Belice y Guatemala lo protegieran. En el lado de Belice, el Gobierno optó por ampliar un parque marino ya existente (Cayos Sapodilla), mientras que en el lado de Guatemala se estableció una prohibición de cualquier actividad pesquera durante diez años.
Aunque el arrecife se encuentra en buen estado, enfrenta amenazas como la pesca no regulada, el cambio climático y la contaminación oceánica, por lo que salvarlo y protegerlo puede hacer una gran diferencia.
El Corona Caimán es, además, un área de conectividad de especies y ecosistemas, debido a su cercanía con los arrecifes de Punta de Manabique y Bahía de Amatique, por lo que científicos y expertos proponen crear una zona núcleo de conservación marina Corona Caimán, que abarcaría un área de 10,434.16 hectáreas, para protegerlo.
La propuesta además incluye la prohibición de actividades como la pesca, minería de subsuelo marino y deposición de desechos. Además, regular el tránsito de embarcaciones y promover el turismo ecológico, pues permite el buceo recreativo en áreas específicas.
Proteger este arrecife permitiría garantizar los servicios ambientales que brinda, preservar su valor natural y contribuir al bienestar de las comunidades costeras, muchas de las cuales dependen de la pesca artesanal.
Así, la conservación del arrecife, es crucial para la salud del ecosistema marino en general y para el bienestar de las comunidades locales que dependen de él.