Zacamil renace: de “zona roja” a museo al aire libre

Cómo un proyecto urbano y cultural convierte un barrio estigmatizado en un referente de resiliencia.


Quien recorre Zacamil por primera vez no tarda en darse cuenta de que no es una colonia cualquiera. Sus enormes bloques de apartamentos, levantados en la década de 1970 como un proyecto de vivienda social de gran escala, siguen siendo uno de los conjuntos habitacionales más emblemáticos de San Salvador. 

Concebidos con la lógica modernista de “ciudad dentro de la ciudad”, estos edificios fueron diseñados para concentrar a miles de familias, con áreas comunes que buscaban fomentar la vida comunitaria. Con los años, sin embargo, esa promesa se fue diluyendo y el concreto gris terminó por simbolizar abandono.

Hoy, medio siglo después, Zacamil vuelve a ponerse en el centro de la conversación urbana. La iniciativa de la Fundación Custom Made Stories no solo apuesta por “pintar murales”, sino por replantear qué puede ser un barrio cuando se combina arte, urbanismo y participación ciudadana. 

El concepto de “supermanzana”, inspirado en modelos de Barcelona y Ciudad de México, se adapta aquí a la realidad salvadoreña: un ecosistema que no solo mejora infraestructura, sino que también genera empleo, turismo cultural y nuevas formas de pertenencia.


Sin embargo, no se puede entender la importancia de esta transformación sin recordar lo que fue Zacamil durante las décadas más violentas de El Salvador. La colonia fue catalogada como “zona roja” y asociada con pandillas que controlaban sus pasillos y canchas. 

Durante años, sus habitantes vivieron bajo marginación social y un profundo aislamiento: pocas personas de fuera se atrevían a entrar, y muchos de dentro apenas salían por miedo. Ese estigma hizo que Zacamil quedara marcada como un territorio olvidado y condicionó la percepción que se tenía del barrio durante décadas.


Es justamente sobre ese pasado que se construye la Supermanzana de Zacamil. Transformar los 40 bloques en un museo al aire libre no busca solo embellecer las paredes: es una estrategia para resignificar los espacios públicos y devolverles vida. 

Cada mural, cada intervención urbana y cada espacio recuperado dialoga con la memoria del barrio, convirtiendo la violencia y el aislamiento previos en relatos de resiliencia y creatividad. Así, lo que antes era sinónimo de miedo comienza a ser un punto de encuentro cultural y social.


La intervención también rescata un valor intangible: la memoria. Muchos murales dialogan con la historia del barrio, con sus luchas sociales, sus años más duros y las voces de quienes resistieron al aislamiento. 

En ese sentido, los artistas no actúan en soledad: trabajan en conjunto con los vecinos para asegurarse de que cada pared pintada refleje una identidad compartida. Es un ejercicio de curaduría comunitaria que convierte a Zacamil en algo más que un espacio intervenido: lo vuelve un territorio contado y recontado desde adentro.


El impacto del proyecto ya es visible en la vida cotidiana de la comunidad. Las familias vuelven a apropiarse de los espacios públicos, los jóvenes participan en talleres y actividades culturales, y los visitantes de otras zonas llegan atraídos por los murales y la historia del barrio. 

El arte se ha convertido en el eje esencial de esta transformación: no solo como expresión estética, sino como herramienta de cohesión social, identidad colectiva y orgullo comunitario, demostrando que incluso los lugares más estigmatizados pueden reinventarse y proyectar un futuro distinto.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Eva Ramón Gallegos: la mexicana que logró eliminar el VPH

Bolivia tiene una red de mujeres plomeras con la que están haciendo historia

¿Plantas para limpiar un lago? Dayana Blanco demostró que funciona